
Supongamos que nunca hemos pensado precisamente en eso. Sin embargo, seguro que recordamos aquella época como la dorada oda al ser humano en toda su gran cantidad de posibilidades. Blanca, pulquérrima e idílica. Sería lo justo, yo también lo creo salvando las distancias de la esclavitud, el machismo cerrado y otras. ¿Pues qué ha de pasar? Que Tales se puso a darle vueltas y vueltas, se fijó en las cosas y no se conformó con lo que le decían, pues en realidad nadie sabía a ciencia cierta y era más bien un Alguien el que desde nadie sabía dónde dictaba los inicios del universo y su esparcimiento. Pensar, pensar sin más. Sí, pero ¿por qué entonces? ¿Por qué no antes ni después?
Ignacio y Elena Casas Santero y Ana Martínez Arancón elaboraron en la introducción de Ideas y formas Politicas de la Antigüedad al Renacimiento una teoría acerca de esto y llegaron a la conclusión de que se trataba del fruto de las horas muertas de aquellos que habían acumulado suficientes riquezas como para vivir holgadamente y sin trabajar. O sea, unos vagos acaudalados que podían permitirse el lujo de perder el tiempo con tonterías. Y en realidad es la verdad. Nosotros mismos nos damos cuenta de que el eficiente trabajador y/o estudiante es aquel que no tiene tiempo para pensar ni plantearse las cosas que está pasando a su alrededor.
Qué quieren que les diga, me alegro de poder presumir de pereza en ese caso.
Imagen: Tales de Mileto.